domingo, 22 de agosto de 2010

Un viaje nocturno





¨...ghostly wrecks of sexual longing¨
Ian Mc Ewan


Otra vez estamos juntos. No sé cómo fue que nos encontramos. Hay mucha gente. Yo creí que él me iba a ignorar pero no, se me acercó y conversamos como antes. No sé a dónde se va esta vez. Me pide que lo acompañe. Nos subimos a un ómnibus de larga distancia, es de noche. Estamos sentados uno al lado del otro otra vez. No tengo consciencia de que existan ni mi marido ni mis hijos. Sólo existimos nosotros dos. Sin demasiadas palabras, estamos en el lugar donde nos quedamos hace tiempo. En los asientos reclinados me dibuja en el jean una T y un corazón con el dedo. No sé de dónde saca una manta. Nos tapamos para que las viejas del asiento de al lado no nos miren. Bajo la manta empezamos a besarnos, otra vez puedo lamer esos labios gruesos. Una vez más de sus besos largos, que no me cansan. Le desabrocho el pantalón y meto la mano abajo del calzoncillo. Me inclino hacia abajo, me imagino que la escena abajo de la manta es fácil de intuir pero no me importa. Apenas paso la lengua por la pija parada siento cómo se alarga, cómo se endurece. La vuelvo a lamer con una cierta fascinación. Me excita escuchar sus gemidos de placer. Esos momentos tan escasos en que siento que lo domino. Ahora él me toma por los hombros y me acerca a su cara. Nos besamos mientras me desabrocha la blusa y empieza a besarme el cuello, el pecho, me baja el soutien para lamerme los pezones y sigue por mi abdomen, nuevamente liso y con una línea de pelusa rubia que baja hasta el pubis. Me desabrocha el jean y lo baja mientras yo ayudo a sacarlo. Nos contorsionamos bajo la manta unos segundos para desvestirnos hasta que él se me sube encima. Lo envuelvo con mis piernas mientras sostengo la manta por arriba de su espalda. Todo es muy rápido. Me toca el clítoris mojado y respira en mi oído. Apenas puedo contenerme para no acabar en ese momento. Lo siento entrar en mi cuerpo. Me invade una felicidad que es un alivio, una respuesta a la pregunta pendiente desde hace tanto tiempo. De pronto me sobresalta un ruido fuerte. Abro los ojos y los vuelvo a cerrar a pesar de que la claridad de la mañana no se nota demasiado en mi dormitorio. Siento mi cuerpo pesado, aplastando el colchón. Intuyo el dolor en la pierna derecha, aunque todavía no me incorporo. Tengo los ojos y la boca seca, como todas las mañanas. Los sonidos lejanos de la avenida indican que no hay demasiado tránsito todavía. Me siento en la cama y me duele la espalda. Trato de agacharme a recoger una pantufla que está un poco lejos pero me cuesta demasiado. Todavía estoy medio dormida. Respiro hondo y pienso lo mismo que cada mañana. Me incorporo y camino hasta la cómoda. Me pongo los anteojos y miro en el espejo el pelo desordenado y canoso, las arrugas en los ojos y en la frente.
Saco del ropero el salto de cama y me lo pongo despacio mientras camino hacia el corredor para abrir la puerta, el timbre volvió a sonar.

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