sábado, 13 de noviembre de 2010

En la multitud



Desde que me enteré de esa conferencia pensé que era posible que lo encontrara a él ahí, aunque también era cierto que ese tipo de excusas que inventa la industria para exhibir las últimas versiones de sus secuenciadores automáticos, espectrómetros de masas y termocicladores, a él le dan igual, porque está por encima de todo, siempre tiene más información que el resto, la marca de su paso por un laboratorio all star de Estados Unidos se le sigue notando aunque ya hayan pasado un par de años. Al principio parecía que no había cambiado, pero de a poco se le empezó a notar el ego inflado, cuando los jefes empezaron a adularlo, y los otros posdocs, a envidiarlo. Esa fue la época en que dejé de verlo.

Así que fui esa mañana, convenciéndome a mí misma de que la razón principal era actualizarme en temas que ya están fuera de mi área de trabajo. Jurándome que si lo veía o no lo veía, no cambiaba nada. Llegué en hora, me senté en una fila discreta de la mitad al fondo, pero todavía las charlas no empezaban. Mientras la sala se iba llenando de a poco, yo me entretenía en observar las espaldas de los que iban entrando, las nucas, la parte de atrás de los trajes, los jeans con mochilas, y así iba eligiendo como en un ta te ti, ciencia, industria, ciencia, de dónde venía cada uno.
Después de unos quince minutos arrancó la presentación, agradecimiento a los sponsors, y la primera conferencia. Interesante, sorprendente, algo difusa por momentos, después la descripción se fue haciendo cada vez más compleja y ya con algún detalle que se me había olvidado, más la falta que me estaba haciendo un café a esa hora de la mañana, empecé a perderme
en el relato, mientras me distraía encontrando conocidos entre las espaldas que tenía adelante mío. De pronto dí con una de proporciones familiares. Si, una espalda ancha, cuadrada y un poco encorvada, el pelo negro y corto, algo canoso, las patillas de los lentes que mi vista miope podía intuir a esa distancia. La forma de la cabeza coincidía, algunos movimientos tan típicos de él, la forma en que doblaba la cabeza hacia un lado y hacia el otro, como para sacarse una contractura pendiente, esos detalles sumaban puntos. Algunos otros me dejaban en duda, la camisa blanca, no era imposible pero no era su look habitual, ¿o quizás ahora sí, que tenía otro status?. Algo de la silueta de su nariz, la barbilla, me dejaba una cierta intriga. ¿Sería él? tenía casi la seguridad de que era él, aunque también podía estar equivocada. ¿Cuánto de certeza y cuánto de imaginación había?, ¿era él allá adelante?.
Cuando llegó el primer coffee break, no pude ver por dónde salió pero supuse que me lo podía cruzar en el hall central. El edificio de la universidad privada donde tenía lugar la charla era un modelo de amplitud, modernidad, y recursos que alcanzaban hasta para regalar merchandising de lapiceras con el logo propio, todos esos detalles tan ajenos a mi vida universitaria donde jamás ví siquiera un rollo de papel higiénico en un baño, y donde los bancos y los vidrios rotos eran parte de la decoración. Ese lugar en cambio parecía un banco, un hotel, o simplemente una empresa privada.

Apenas me acerqué a la mesa del café, se me cruzaron dos conocidos de esos con los cuales había pasado años de tertulias en almuerzos y desayunos en el laboratorio. Nos pusimos a charlar. A él, al ¨presunto él¨ no lo encontré pero era obvio que si estaba ahí se tendría que acercar a saludar en algún momento. El café con medialunas y la conversación me despertaron, y la conexión con la realidad me espabiló, se despejaron las fantasías y como estaba viviendo el momento exacto en el que se suponía que él estaba cerca, no me preocupé por buscarlo. Ya lo vería.
Volví a la segunda conferencia. Estuve muy concentrada al principio, hasta la mitad, pero después mi vista cayó otra vez en la nuca de pelo corto y canoso que estaba a unos veinticinco o treinta metros por delante mío. Seguía dudando, tenía casi todo para ser él pero le faltaba una gota, una pizca de algo. Podía ser el efecto del paso del tiempo, esa pátina que se va asentando sobre cada uno de nosotros y va distorsionando de a poco la imagen perfecta de la juventud. Pero no podía llegar a una conclusión clara. ¿Al final era él o no?. Demasiado para mi vista mediocre. Cuando la conferencia estaba ya por terminar, empecé a ponerme inquieta, si no me lo cruzaba en la salida, la posibilidad de encontrarlo después era casi cero. La sala era realmente gigante y tenía por lo menos tres puertas. Como siempre, en el minuto final iba a ser el azar que decidiera por mí, si quedaba cerca o lejos, si iba a poder hablarle o me iba a quedar con la frustración de habérmelo perdido por unos metros, y sobre todo, por tarada, como siempre, por ciega, y un poco, por histérica. Por fin llegaron los final remarks, conclusiones, aplausos, luces que subían, ruidos de pies que se movían, de sillas que se levantaban, murmullo creciente, apuro por salir a almorzar, a ver el sol. Pude ver que él enfilaba hacia la puerta de adelante a la izquierda, la masa me llevó a mí hacia la puerta de atrás a la derecha, nuetros desplazamientos en columna tenían tasas de velocidad diferentes, él salió bastante antes que yo. Cuando llegué al hall había un mar de gente que se movía en círculos, al azar. Traté de encontrar otra vez la nuca de pelo corto, canoso, la camisa blanca, la espalda ancha, la mochila azul. Nada. Decidí salir afuera, en una de esas todavía estaba por ahí. El sol caliente del mediodía me encandiló y el calor me cayó de improviso como una capa incómoda y sofocante. El malhumor me agotó las fuerzas en un segundo. Me fui caminando con el sol de frente, pensando si esa sería la dirección que él había tomado. Aunque capaz que no era él después de todo.













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