domingo, 4 de noviembre de 2012

Facebook es el aleph del tiempo



Facebook es el Aleph del tiempo. El descubrimiento me golpeó de pronto, como la manzana de la gravedad al pobre Newton imaginario que todos llevamos dentro. Cuando apareció su foto colgada en mi página de inicio, yo estaba en medio de una tarde cualquiera, de esas en las que no podía esperar más emoción que el sonido del microondas con mi café con leche listo. Me quedé frenada en el aire, la sorpresa dejó mi mano con la birome a medio camino del cuaderno. La tentación que tantas veces descarté después de un par de cálculos emocionales estaba ahí, ahora, a un click de mi vida.
Los sonidos del mundo de afuera, una nota de guitarra, unos pajaritos mezclados con gritos infantiles. El sol silenciando al viento. El calor brillando en las hojas de los árboles vestidos de primavera. Todo parecía haber estado esperando este momento por años. Facebook me dice que tal vez conozco a esa persona. Me sugiere ¨añadir a mis amigos¨. Hacer click o no. Volver al pasado. Eso que hago permanentemente en mi cabeza. Pero, me pregunto, ¿pertenezco todavía a ese pasado?. Las emociones reales se me evaporaron hace mucho, al ritmo de los neurotransmisores agotados por las sinapsis del amor. El pasado está a un click de distancia pero es una ilusión. Los compañeros de colegio que no veo hace treinta años, los de los campamentos de secundaria, que desaparecieron de mi vida cuando el primero de ellos se casó un poco temprano de más, apurado por un niño por nacer. Incluso los grandes amigos de la facultad que dejé de ver ya hace casi quince años, esos que me conocieron como adulta fresquita, pero ya formada, tampoco encajan en mi presente. Los tíos terceros que ví en algún casamiento, los primos desperdigados por el mundo que apenas conozco, los vecinos del barrio de mis abuelos, que no pude rechazar como amigos y me escriben como si tuviera siete años. Todas las etapas de mi vida en una gran licuadora, mezcladas con aquella amiga de los veranos adolescentes en Atlántida, la profesora de yoga con la que me llevaba tan bien y pintaba como una genia, un par de amigas de trabajos pasados, compañeros de mi segundo posgrado, de los cuales nunca supe nada realmente, hasta las pocas amigas que me cruzo en mi vida real y presente. Todo está ahí, en Facebook. ¿Hago click o no? Por la foto de perfil puedo ver sus rasgos antiguos, difusos entre algunas canas y arrugas que puedo imaginar. Es y no es él. ¿Doy el paso yo, o espero?. Una vez más, la curiosidad me domina. Acepto.

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