martes, 1 de diciembre de 2009

El premio


Gloria llevaba la cuenta exacta de cuántos años, meses y días habían pasado desde la última vez que vio a Alvaro. Lo llevaba con ella como el recuerdo añorado de alguien que ya no está. Pero lo cierto es que Alvaro vivía y respiraba el aire de la misma ciudad que ella. A unas decenas de kilómetros de distancia, transcurrían sus días, y Gloria imaginaba esa vida en sus detalles más triviales, esos que repiten rítmicamente millones de personas.
¨A esta hora se debe estar bañando, quizás escuchando esta misma radio¨. La radio que escuchaban juntos una década atrás, temprano, mientras se duchaban rápidamente para llegar en hora al trabajo. Tantas cosas seguían su curso.
Seguramente a la nochecita en la casa de Alvaro, el ritual de la cena familiar debía de ser importante. ¿Tendría la mujer de Alvaro las mismas peleas que Gloria tenía con sus hijos? Y él, ayudará a su mujer o será el típico hombre casado, un poco desconectado de su familia, absorvido por el trabajo?. Esas divagaciones le surgían a Gloria durante los momentos más inesperados. Siempre había algún detalle que le trajera a Alvaro en sus reflexiones. Y cada pequeña noticia que escupían los diarios y la televisión, que podía tener una lejana coincidencia con los gustos y las andanzas de la vida de Gloria, le hacía surgir la misma duda en su cabeza.

¨cuando Alvaro escuche esto, ¿se acordará de mí?¨. Esa mochila de preguntas le pesaba invisible a Gloria Nunca tendría la respuesta.
Una mañana, leyendo el diario en el subte rápidamente, encontró una foto de él, sonriendo, recibiendo un premio en su empresa, junto a sus compañeros. Alvaro era el líder del grupo, como siempre lo fue.
Gloria recordó con nostalgia los tiempos en que estudiaban juntos, cuando sus carreras profesionales parecían tener un horizonte común. Mró a su alrededor al llegar a la oficina, las lúgubres luces de bajo consumo, la ventana ciega que era mejor ignorar, la planta con bajísima expectativa de vida que una nueva y optimista empleada había depositado en su alféizar. Definitivamente, demasiadas cosas en sus vidas actuales separaban a Gloria y Alvaro. El futuro se convirtió en un presente tal cual lo había planeado Alvaro. En cambio para Gloria, todo era raro, todo lo que le sucedió fue impredecible, pero al cabo de cuatro o cinco malas decisiones, sostenidas en el tiempo, la diferencia entre ellos dos aparecía publicada en el diario. Alvaro ganó un premio a la excelencia, y ya no era el primero, quizás el segundo tampoco. Mientras tanto Gloria pensaba, embotellada en el centro. La calle que tomaba para volver a su casa, era la misma por la que tantos años había caminado con Alvaro. Una sola mirada a la plaza que tantas veces cruzaron, le traía demasiados dolores juntos. Cada recuerdo con su propia marca, imposible de abandonar por el camino. Aunque Gloria no era infelíz, lo que más le dolía era la memoria de los sueños que tuvo y perdió por el camino.
Una foto de Alvaro en el diario, llegó volando a su mente. Es cierto, él se esforzaba en todo hasta superar sus límites, con confianza y serenidad. Gloria, en cambio, fue dejándose caer antes de romper sus propias barreras. Su gran meta actual era lograr hacer dormir a sus niños temprano, cada nohe, para llegar temprano al colegio.
Si, sin duda, Alvaro era parte de las fotos de su pasado. Gloria pensó:
¨¿Se imaginará que yo me enteré de su premio?¨.
Ya no importaba.

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