lunes, 23 de mayo de 2011

Una mañana como tantas otras



Está esperando en la cola del supermercado con su carro lleno al tope. Los productos que fue recolectando, las marcas que eligió como cazadora urbana, definen su grupo de pertenencia, sus deseos por cumplir. A esa hora del día millones de mujeres recorren pasillos y góndolas con ansiedad, apuro y desinterés, con alegría o angustia guardada detrás de la expresión imparcial de ser anónimo que todos llevan en la calle siempre que pueden. Ella sabe que tiene el mismo aspecto que todas las otras, que encaja perfecto en el estereotipo, que se comporta igual, con similar nivel de arrogancia, que tiene el pelo, la ropa, el auto y el celular que corresponden al modelo, que sigue el itinerario esperado y todo así. Una de sus funciones fundamentales, como la de todas ellas, es la de abastecer a la familia de alimentos, bebidas, vestimenta y accesorios variados, así como la de hacer de chofer para llevar y traer a sus hijos entre las distintas actividades a las que concurren para aprender, desarrollarse en todas sus posibilidades, aún en aquellas para las que no son especialmente virtuosos.


Además de ser la conductora física e intelectual de la familia, reclama su derecho al tiempo propio, en el club, la peluquería, igual que las otras que esperan en la cola. Busca algo que la diferencie por fuera pero sabe que sólo lo que está más adentro de su piel la puede salvar. O lo que está detrás de ella. Es el pasado lo único que tiene de distinto con todas las otras rubias artificiales del supermercado? ¿cómo saber que no coincide también en eso?, o será que ya no le queda ninguna excusa más que aceptar el lugar que le toca en la palmera. Aunque jamás lo dice en voz alta, siente que todos los otros seres que caminan por la góndola del supermercado pero también por las calles, los pasillos de los hospitales, las oficinas, los subtes, todos los que tienen otras obligaciones, responsabilidades, que han creado éxitos y fracasos, que se han seguido superando en etapas posteriores a las académicas, de posgrado o en  empresas, o los que no han hecho más que trabajar sin descanso desde que fueron demasiado jóvenes como para tener otra posibilidad, todos brillan más en sus vidas que ella, que brilla en el supermercado, en el club, en la puerta del colegio, en los pasillos del shopping mall. Pero lo que más le molesta es que ella no siempre fue así, no planeaba vivir con la luz prestada de las vidrieras, tenía su luz propia, sus planes, sus desafíos por delante, pero los abandonó por muchas razones juntas que la taparon como una montaña de hojas secas, que la hundieron en un pozo de arena movediza, que la congelaron como una tormenta de nieve.  Sabe que todos en algún momento, tuvieron o tendrán alguna oportunidad en su vida, y hay un momento o dos para atraparla, no mucho más, y que si  la dejan ir pensando que después será, se acabó. Esa capacidad de no perderse el segundo fundamental de la existencia es lo que diferencia a los verdaderos valientes de los cobardes, a los inteligentes de los soberbios, a los sabios de los troncos, o de los truncos.

Ella que antes creyó estar del lado de los superiores en todo, se ha visto superada por la mayoría de los que caminan por la vida. Pero aún así no quiere ser una más de las de la cola del supermercado con el pelo brillante y las calzas Nike que hacen juego con las zapatillas Nike. Ella es otra, ella era otra. Pero ya no lo parece.

2 comentarios:

  1. la eterna lucha de pertener o jugársela por la diferencia. ir por el camino x el q van todos o abrirse el de uno mismo auqne acabe en un precipicio. lidno post reflexivo

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  2. Gracias por tus comentarios banfrula, a ver si el próximo cuento es un poco más pum para arriba, te prometo

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