martes, 16 de agosto de 2011

El hombre con el tiempo en la espalda





Está sentado en el borde de la cama, en calzoncillos y camiseta. La piel curtida es un cuero marrón, bronceado por el sol de la rambla sur. La pelada reluciente, las arrugas gruesas de la cara, los pelos blancos en el pecho. Resopla encorvado, los hombros gruesos ahora caídos, como sus brazos cansados. Se pasa la mano por los pocos pelos que le quedan, grises y desordenados.
Cada noche repasa los errores del pasado y vuelve a ese momento en que hubiera podido cambiarlo todo y no lo hizo. Cada noche vuelve a repetir sus momentos cruciales como una oración contra el olvido. Como una penitencia.
Despacio se mete en la cama con el cuerpo dolorido por los años, se acuesta  y suspira fuerte. Contiene la bronca de no poder volver atrás. Mira su vida desde lejos, como un río desbordado que se llevó todo a su paso. Ya no le quedan fuerzas, no le queda tiempo


Finalmente apaga la luz y entonces todos los fantasmas vuelven a rodearlo, más vivos y lúcidos cada noche

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