lunes, 11 de junio de 2012

en Morse

Nunca antes habían tenido más que buena onda e intercambio de miradas amables, de sonrisas de ella con guiños de él,  siempre desprovistas de tensión erótica. pero esa noche al bajar juntos el ascensor, solos por primera vez en casi un año de compartir la misma oficina, sabiendo que no quedaba nadie afuera ni arriba, algo se desató y se descolgó del techo de aluminio, una ráfaga de deseo que duró los ocho pisos como una luz encandilante. Cuando salieron, los dos lo sabían y no hubieran necesitado palabras para seguir adelante. Pero, siempre hay un pero, Lía se dio cuenta que tenía que volver a subir, imperiosamente a la oficina, a buscar algo super importante para su viaje del día siguiente. Esteban no tenía ninguna excusa para quedarse esperándola abajo. No se le ocurrió. No se animó. Y se fue, caminando solo, sorprendido, excitado y frustrado. Y desde entonces, los dos esperaron la vuelta de ella, cada uno imaginando su versión del próximo encuentro, y de cómo podrían forzar algo que no había pasado en tanto tiempo. La soledad en esa empresa estaba mal vista. Todos salían a comer a la misma hora, en grupos joviales, nadie se desviaba en parejas ni siquiera a comprar un chocolatín, y menos a la hora de la salida. Se iban escurriendo por goteo de a tres o cuatro,  encontraban un cómplice para la huída, calculando quién había llegado  a la misma hora que ellos, como gold standar para poder salir rajados.
Así era que no podían calcular con precisión quién se iba a unir a la salida cada día. Los días se hicieron pesados de incertidumbre. Las noches volvieron a tener etapas para Lía, como una carrera de postas, vigilia-sueño-vigilia, como le sucedía años atrás cuando otras ansiedades la desvelaban. De pronto en medio de la noche, un relámpago mental le iluminaba los recuerdos y sus fantasías se desparramaban sobre la almohada, tan difíciles de retener como plumas en el viento, y ella se quedaba despierta. Esteban con la verga dura en un cuarto de  hotel en penumbra, los dos desnudos, ella lamiéndole apenas como para excitarlo algo más pero no demasiado, apenas se imaginaba la escena se  calentaba como hacía tiempo que no le pasaba. Las fantasías eróticas habían desaparecido de su vida de casada como un animal en vías de extinción, ella sabía que andaban por ahí pero no las veía casi nunca.

Esteban pasaba el día entero enchufadísimo en los temas de la empresa, tomando decisiones prácticas, rápidas, difíciles o banales. Sin perder tiempo y sin desesperarse, tenía la capacidad de mantener la calma en medio de la tormenta incesante. Pero esos días se encontró mirándose preocupado el pelo canoso, se vio desprolijo con los rulos crecidos (los mismos que le encantaban a Lía). Se preocupó por ir a la peluquería. Se miró la barriga ya no tan plana y pensó que estaba más gordo.
Intercambió mails con Lía, que estaba en un congreso en Philadelphia, sobre los temas que trabajaban en común.  Por debajo de las frases repetidas que hacían propuestas o consultaban soluciones o solicitaban reportes, el mensaje silencioso seguía tecleándose como un código Morse invisible.

Y así pasó la semana hasta que volvieron a encontrarse en otra reunión de última hora. Esta vez había clientes, el ambiente iba a ser un poco distinto, menos distendido.

Lía se fue a la peluquería el día anterior a la reunión, apenas volvió a Buenos Aires, se depiló toda. Esa mañana buscó una combinación negra con encaje que le apretaba un poco pero le dejaba las lolas bien arriba y como servidas en bandeja. Se puso una blusa fresca, pensando que quizás tendría que ir a recogerla del piso para volver a vestirse después en algún telo cerca de la oficina. Trató de imaginar cuál sería la elección de Esteban, ¿la obvia, el telo de ahí a la vuelta?, ¿o tendría alguna sorpresa pensada?
Durante el día estuvo ocupada en todos los temas pendientes y no paró de trabajar, aunque sentía que había como un espacio de aire entre ella y el mundo. La duda le aceleraba el corazón más que las ganas. De verdad, ella no había sentido una atracción tan fuerte por Esteban hasta ese día loco del ascensor. Ella tenía una teoría: esa vez, estaban los dos tan cansados que simplemente no tenían filtros y si hubieran sido dos salvajes en la jungla, hubieran cogido ahí mismo. Pero no, eran dos compañeros de trabajo. Más bien, Esteban era su jefe. Apenas lo pensaba, se volvía transparente, como si estuviera por desaparecer.

Pero cuando lo vio llegar sin el traje habitual, vestido casual a pesar de que era miércoles, con campera ligera y saco de lana, sin corbata, la garganta se le secó y no pudo volver a hidratarse por más que tomó varios vasos de agua. Cuando en medio de la reunión, sentada al lado del VP, notó las miradas directas y persistentes de él, por sobre el cañón de power point, a la vista de todos  y bajo la luz dicroica de la sala de conferencias, todo su coraje y sus fantasías se disolvieron de pronto. Si, el deseo se le escurrió entre las manos, se le fue volando junto con sus latidos precipitados y de pronto la invadió la calma inigualable. No, no tenía que ponerse a prueba ni tenía que jugarse a apagar el incendio que había iniciado. Pero no hay que dejar a un hombre con las ganas, y menos al jefe. Lía se dio cuenta del lío en que se había metido. Otra vez tendría que escapar por la puerta trasera de la vida. Cuando la reunión terminó, Lía se fue a su escritorio, juntó papeles, cerró la laptop, se puso el tapado y la cartera, y se fue por el pasillo al ascensor. Nadie a la vista. Salió a la noche y la sintió helada. Caminó sin fuerzas, entre la tristeza y la calma. Cuando llegó a la esquina, el semáforo estaba rojo. A un par de metros, el grupo de cuatro conversadores incluía a Esteban, que no se dio vuelta.  La luz se puso verde y Lía empezó a caminar, dejando al grupo atrás. Siguió apurada hasta que llegó a su auto. Se subió y arrancó, y el tráfico la llevó hacia adelante. No miró por el retrovisor, por las dudas.




6 comentarios:

  1. puede pasar.. muy bueno, me gustó mucho!
    besos!

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  2. Syma, qué sorpresa! necesito que seas la editora del título!!

    MC, me voy a dormir felíz con estos comentarios!

    besos a las dos

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  3. texto reloaded luego de mi autocensura: lo bajé a borrador. Pero ya está de vuelta enfrentando al mundo

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  4. Muy bueno, adoro las fantasias, la ansiedad que generan, no me gusta la realidad que traen detras :P. Saludos nikita

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  5. Ja!!! si, acá la realidad mató a la fantasía, Marianita!

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