jueves, 23 de julio de 2009

Una foto en blanco y negro


De chica se peinaba sola par ir a la escuela, porque su mamá no estaba en todo el día. Rossana se arreglaba la moña y se ataba el lazo de la túnica, como podía, antes de salir a la escuela nª 39. Seguramente no tenía una apariencia muy prolija. La maestra lo notaba.
A los dieciséis años empezó a trabajar en una casa de fotografía para pagarse el dentista y el ómnibus. Concurría a un liceo público de Pocitos, y se sentía incómoda entre los chetos. Nucna se habituó, siempre se sintió fuera de lugar, menos que los demás, pero superior a la vez.
Los años de facultad fueron difíciles y hermosos. Rossana tuvo algunos novios. Les presentaba a su familia pobre e intelectual. Ella necesitaba mostrar su orígen, su interior, para que la entendieran. Con mucho esfuerzo logró excelentes notas y terminó la licenciatura en tiempo récord. Como estudiante obtuvo un puesto de ayudante de cátedra y cuando se recibió, ganó una beca para hacer un posgrado en La Sorbonne. Se fue a Paris con una valija chica, con ropa gastada y zapatos viejos. Pasaron más años de trabajo duro y sacrificio, y de éxito profesional, y de nuevos amores. Recorrió Europa y Asia. Tenía suficientes (no demasiados tampoco) euros en su bolsillo y en su cuenta bancaria, pero sin embargo, Rossana se sentía la misma nena pobre que se peinaba sola.
Hasta que un día volvió. Llegó a Montevideo con sus valijas impecables y su marido francés. El aeropuerto de Carrasco le pareció tan chico, anticuado y sucio… La familia esperaba afuera. Se abrazaron felices.
Llegaron a la casa paterna. El barrio y todo el entorno le resultaban extrañamente lejano y familiar a la vez. Eran imágenes del pasado que volvían a ser reales. Rossana trató de mostrarle a Jean Luc su pasado, su historia. Casi todo seguía igual que antes: la casa destartalada, el auto viejísimo de su padre, la depresión de su madre, pero por primera vez ella se sintió lejos de la nena que fue, mucho tiempo atrás. Rossana era otra mujer ahora, quería que él entendiera cómo había sido su vida antes de conocerlo. En aquella época no conocía aceite de oliva, y la cena de Navidad era matambre con tomates rellenos.
Para esta Nochebuena pensaba comprar lechón y buen vino, aunque en su casa no había dos copas iguales. Sus hermanos, ahora casados, no vivían mucho mejor que sus padres: gastaban lo mínimo en el supermercado, no usaban el teléfono más que lo imprescindible. Los padres de Rossana no tenían teléfono hacía mucho tiempo- ANTEL lo desconectó por deudas impagas. Sin embargo para todos ellos, las cosas estaban ¨como siempre¨. Ahora los hermanos vivían cerca de la casa de los padres, había sobrinos nuevos y sobrinos ya crecidos. Se reunían todos los domingos, como siempre. La familia se había adaptado a vivir con su ausencia. Rossana se sintió sola. Ningún lugar le pertenecía ahora. Sentada en la hamaca del fondo, inventaba una vida diferente. Por un rato quiso ser aquella nena otra vez.

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