jueves, 23 de julio de 2009

Isabel esperando

Había una vez, hace no mucho tiempo, en una ciudad no muy grande, una mujer. Se llamaba Isabel y era muy dulce, muy agradable, y muy triste. Isabel esperaba a alguien que no llegaba, hacía mucho tiempo, hacía días, semanas y años. Esperó, mirando por la ventana, parada en la puerta de su casa, o sentada al lado del teléfono, esperó haciendo la cola en el supermercado, en el cine, y en casi todos los bares de la ciudad. Hasta que un día, se olvidó por un rato que estaba esperando a alguien. Mientras se agachaba para recoger un papel de caramelo que había visto tirado en la calle, alguien se paró frente a ella, inadvertidamente. Estaban en la parada del ómnibus.
Cuando levantó la vista y lo vió, pensó, no, tampoco es él, no me voy a equivocar otra vez.
Subieron al ómnibus cuando llegó, y se sentaron, cada uno en su asiento, en lugares alejados uno del otro. Se bajaron en el mismo sitio, y caminaron en la misma dirección, y siguieron caminando hasta detenerse frente a la misma puerta. Entonces se saludaron, y se miraron a los ojos, pero estaba muy oscuro para saber cómo era la mirada del otro en realidad. Entraron a la fiesta a la que ambos venían, y se mantuvieron alejados. Isabel supo que se llamaba Alberto, cuando lo saludaron unos amigos. Cuando ya era tarde, casi hora de irse, empezaron a conversar, e Isabel, sabiendo que Alberto no era el que buscaba, se sintió tranquila y relajada, sin nada que perder. Conversaron y siguieron conversando mientras volvían de la fiesta, caminando por la noche fría de la ciudad. En un momento un foco de auto, o alguna luz inesperada iluminó los ojos de Alberto, y ella pudo ver sus ojos, justamente en el momento antes de despedirse, cada uno camino a su casa. Decidió darle una oportunidad a esos ojos. Y se la dio. Se volvieron a ver una vez, y otra vez, y ella seguía tranquila porque Alberto no era el que ella estaba esperando. Una noche, estaban cansados y cerca de la casa de Isabel. Ella lo invitó a subir, y casi por necesidad -dadas las
circunstancias-, a dormir con ella, o bueno, casi lo invitó ella, casi se invitó él.
El sexo con él fue reconfortante, abrigador, y eso también le demostró a Isabel que Alberto no era, no era el esperado. Y con esa seguridad se volvieron a ver pronto

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